El creer que necesitamos cada vez más es debido al ego. Nuestro ego necesita demandar para sentirse satisfecho provisionalmente. Pero tras un deseo cumplido, viene otro por satisfacer. Y es que las expectativas del ego son altas y continuas. Eso provoca que nos sintamos identificados con las modas, con los objetos, con cosas materiales que creemos que van a procurarnos la felicidad y el respeto de los demás. Sin embargo, la verdadera felicidad tiene que ver con las cosas sencillas, con lo esencial, con lo imprescindible, con lo básico y dista mucho de la superficialidad, el apego al materialismo o el dejarse influenciar por las opiniones o comentarios. Ocuparnos de nosotros y centrarnos en nuestro autoconocimiento nos aportará mucho más de lo que imaginamos. ¿Cómo vamos a saber lo que necesitan los demás, si no somos capaces, primero, de conocernos a nosotros mismos? Conocerse a uno mismo es un requisito para saber lo que verdaderamente necesitan los demás, aunque eso no implica que a nosotros nos corresponda hacer lo que realmente les corresponde a ellos como tampoco debemos esperar que los demás hagan lo que nos corresponde a nosotros. Ocuparse de uno mismo sin perjudicar a los demás implica no olvidarse de uno mismo algo que, inconscientemente, solemos hacer cuando vivimos pendientes del exterior y nos dejamos engullir por él sin darnos cuenta.
Conocernos no es egoísmo sino autoestima y eso pasa por conocer nuestros límites y ser conscientes de nuestras cualidades y nuestros defectos. Tratar de pulir nuestros aspectos negativos para no repetir errores nos fortalecerá como individuos, mejorará nuestra personalidad y nos convertirá en más humanos: conscientes de nuestras verdaderas necesidades y, por ende, de las de nuestro entorno. Pero acumular propiedades, objetos, méritos académicos sin casi disfrutarlos nos obligará a competir, a ir deprisa, a tratar de avanzarnos a los demás y a veces pisotearlos y todo por demostrar que somos mejores en todo. Con esta actitud no nos damos cuenta de que nos esclavizamos a nosotros mismos y no llegamos a conocer lo importante: nuestro interior, allí donde reside lo que verdaderamente somos, no lo que creemos ser o deseamos llegar a ser. A veces, el tratar de forzar las situaciones para satisfacer nuestros sueños o expectativas puede llegar a resultar muy alto.
Autora texto e ilustración: María Jesús Verdú Sacases
Texto e ilustración inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual