Los niños y los jóvenes son nuestro presente y nuestro
futuro y constituyen el motor de cambio de la sociedad. Educarles en las
emociones, habilidades sociales, inteligencia emocional, asertividad y a trabajar en equipo, entre
otros, propiciará un cambio de paradigma hacia una nueva humanidad.
Creer en los niños implica estar atentos a sus necesidades y
a impulsarles en sus procesos creativos, escuchando sus emociones, enseñándoles
a manejarlas y a sentirse en paz y en equilibrio incluso en el ojo del huracán. De este modo, se respetarán a
sí mismos y a los demás y podrán llevar a cabo su misión, desarrollar su
potencial e interactuar adecuadamente con el entorno.
Los niños son muy imaginativos pero existe sabiduría y
pureza en sus palabras, pues su estado de niños es tan puro que incluso recuerdan
aspectos inherentes a la intuición y a la naturalidad con que todo fluye, que
siempre puede existir algo más allá de lo que ven nuestros ojos pero que para ser sensibles a ello hay que sentir desde un corazón abierto.
La sencillez con que los niños ven las cosas es algo que
podemos aprender de ellos. Los niños encuentran alegría incluso en cosas que
los adultos consideraríamos como intrascendentes pero que a ellos les hacen
sonreír. Es como si fueran capaces de captar algo especial que al mundo adulto
se nos escapa o nos pasa por alto.
Cada niño supone un rayo de esperanza pues en ellos reside
la llave del cambio y las puertas que sólo ellos se atreverán a abrir. Para
ello resulta básico que el niño aprenda a creer en sí mismo y que sea apoyado en
sus habilidades o bien que se le estimule a identificarlas y potenciarlas. De
niños sanos emocionalmente nacen sociedades sanas y con bienestar. Por eso, no
hay que descuidar a la población joven sino favorecer los medios para su
desarrollo y evolución emocional. El trabajo en equipo donde todas los integrantes
son conscientes de su papel constituye una herramienta poderosa que crea el milagro de
la intercomunicación, la cooperación y la solidaridad para un mundo mejor.
Asumida la propia responsabilidad por el rol de cada uno, se genera la empatía
para mejorar la situación de los demás. Así pues, una infancia que cree en sí
misma es capaz de crear un mundo más feliz, en paz, ético, más humano y eficaz.
Prestando atención a nuestros niños, puede lograrse.
Autora texto e ilustración: María Jesús Verdú Sacases
Texto inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual
Técnica ilustración: Acuarela