
Una forma de vencer la tristeza es entregarse a ella, llorarla, para sacarla afuera y darnos cuenta de que las cosas no son siempre como querríamos que fueran pues nos hallamos en un mundo dual donde las circunstancias se mecen en los diversos grados de la balanza. Esos diversos grados nos dejan una enseñanza gracias a la cual nos volvemos más sabios, más tolerantes y más fuertes. La tristeza, bien gestionada, nos conduce posteriormente a la aceptación y a la paz que nos deja.
Cualquier sentimiento se vence aceptándolo y abriéndole los ojos, en lugar de darle la espalda, aunque nos cause dolor al principio pues el dolor forma parte de la vida y acaba convirtiéndose en nuestro maestro, ese maestro que nos conducirá por la senda de la existencia y que, a veces, nos abrirá a posibilidades inesperadas.
Así pues, la tristeza:
- nos hunde en la negatividad
- nos abate y cierra nuestro margen de acción
- proviene de la no aceptación de las circunstancias
- nos aleja de nuestro centro de poder y confianza en nosotros mismos
- nos demuestra que no sabemos transitar en la incertidumbre
- puede llegar a ser el preludio de algo mayor