
La relación con el ser interior se basa en lo sencillo y en mirarlo desde el amor del corazón no desde los intereses del exterior, que nos condiconan y nos encierran en una cárcel sin ser conscientes de ello.
El ser interior está libre de juicios y se nutre de un sentido de unidad consigo mismo y con los demás.
Una meditación que puede acercarnos a él es imaginarlo como la brisa, esa brisa que siempre nos rodea en el aire. El aire siempre ha estado ahí, aunque no queramos darnos cuenta, pendientes de otros detalles que tienen el poder de absorbernos por completo. Es ese aire gracias al cual podemos respirar, el que siempre abraza nuestro cuerpo y nuestras emociones y, que cuando se transforma en una dulce brisa, nos acaricia la piel y puede llegar incluso a penetrar por nuestros poros y cada pliegue de nuestros pensamientos hasta fundirse con el amor de nuestro corazón. Siéntelo así por unos instantes. ¿Notas como tienes ganas de sonreír?... Es tu corazón que te dice que te fusiones con su risa a través de tus labios. Sonreíd al unísono. Sonríele a tu ser interior y a la vida que tienes la dicha de vivir y siéntete tú mismo desde la calma del momento presente.