lunes, 28 de marzo de 2011

Confiar ciegamente

Confiar en los demás no debería ser confiar ciegamente y nunca debe implicar que creamos tanto en alguien que cometamos el error de idealizarlo a toda costa pues todos actuamos en función de nuestro momento actual de evolución y, por tanto, cometemos errores y aciertos. La idealización, por tanto, no contempla que alguien pueda equivocarse y nunca responde a una realidad objetiva.

De igual manera, si alguien comete un error y lo censuramos duramente y para siempre por ello o lo apartamos de nuestra vida, no contemplamos la posibilidad de que pueda rectificar, enmendarse o simplemente reconocer su error. Por tanto, centrarse en la idealización o en su opuesto, el menosprecio o la indiferencia es una muestra de que nos movemos en los extremos de la balanza.

  • Confiar en las personas nunca debe cerrarnos los ojos a la posibilidad de error en su actuación y, de igual forma, confiar en nosotros mismos incluye que nos aceptemos con nuestros defectos y virtudes y que nos perdonemos por nuestros errores y valoremos y potenciemos nuestras cualidades. Además, perdonarnos a nosotros mismos facilitará que perdonemos a los demás.
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sábado, 12 de marzo de 2011

Las alas del momento presente


Tratar de asirnos a un momento presente que nos gusta para apropiarnos de él y pretender que se eternice es no reconocer la esencia temporal y transitoria del momento el cual se va transformando para obedecer a su naturaleza variable. La principal enseñanza que nos transmite la esencia temporal del instante cuya manifestación de cambio es inevitable es que cuando ese cambio no nos agrada, debemos abrirnos a su aceptación o a la posibilidad de hacer lo posible por generar otro cambio o, incluso, que ocurra lo inesperado, a veces, simplemente confiando y dejando de preocuparse.

El momento presente puede ser valorado y disfrutado, mientras dure, abiertos a sus alas las cuales pueden desplegarse para ser reconocido, aceptado o cambiado. Una mente consciente sabe que el momento se desvanecerá para dar lugar a otro y que en ese inevitable devenir podemos encontrar el jugo y el néctar de la vida en lugar de encerrarnos o limitarnos en nuestros juicios o miedos que envenenan el instante y le roban su frescura, sobre todo, cuando tratamos de defender nuestro territorio como consecuencia de una falta de flexibilidad o tolerancia.

La libertad del momento presente nos invita a entregarnos a él y a adaptarnos a su esencia mutable conciliándonos a través de ella con nuestra naturaleza más humana y genuina: aquella en la que se fluye con la vida y se camina de la mano con ella, respirando con la conciencia, respetando su ritmo y unificándonos con ella, dejando atrás la resistencia, la queja, la crítica o la culpa. El momento presente es libre en sí mismo, por tanto, nunca podremos alargarlo, agarrarlo o adquirirlo. Podremos dejarlo atrás, soltarlo, abrirle los ojos, paladearlo o fundirnos con él. Pero pretender asirnos a él, sin que nada cambie nos hace sucumbir ante el ego que todo pretende controlarlo y que nos esclaviza y tiraniza limitándonos en el tiempo, a las prisas, a las exigencias y a los temores que nos vuelven inconscientes, sin control sobre nuestras emociones. El tiempo no pasa tan rápido como el ego quiere hacernos creer, pues si lo asumimos de forma consciente, percibimos que todo tiene su duración, su ciclo, su proceso en cada instante que, vivido y reconocido desde su raíz, desde el ahora, nos conecta con el convencimiento y la seguridad interior en que sabemos que estamos haciendo lo correcto, cumpliendo con nuestra misión en la que la magia de la vida se manifiesta en sintonía con el todo: especialmente, cuando nos detenemos para escuchar y recrearnos en nuestro silencio interior, agradeciéndolo como un regalo y un amigo a quien prestar atención. El momento presente se manifiesta, se desarrolla y se va en un vaivén de circunstancias. Aceptarlo y permitirlo así es el arte de la vida. De esta forma, el momento eclosiona, se manifiesta, se expande y cesa para dar lugar al siguiente en un continuo flujo vital en el que se asienta la sabiduría de la existencia.

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Me ha inspirado este artículo el libro El poder del ahora de Eckhart Tolle, ese genial maestro que nos ha regalado una de las mejores obras del mundo espiritual.