Permitir que el momento presente pase a través de ti es una bendición en la que te sientes feliz porque sí. Sin precisar de nada externo, sientes como múltiples sonrisas se despliegan en tu interior de forma tan natural como los pájaros baten sus alas para elevarse. Y aunque por fuera, la situación requiere que no sonrías, por dentro estás pletórico.
El grado de paz que acompaña a esta forma de sentir, te hace sentirte ligero y tranquilo. Sabes que nada conseguirá tumbarte pues el anclaje en el instante te enseña a no tener miedo y a sentirte en un estado vivificante de renacimiento espiritual en el que pareces estar flotando por encima de las dificultades a las que antes prestabas tanta atención que te absorbían por completo y te hacían sentir abatido y desdichado. Sin embargo, al estar centrado en el ahora ya no tienes objetivos que te angustien y las respuestas te llegan en su momento. Como aprendes a no vivir deprisa, ya que con tanto correr la vida se nos escapa a todos sin darnos cuenta, entonces consigues adoptar una actitud natural de paciencia y a estar en una posición receptiva a lo que precisas del instante y a las posibles respuestas que puedan manifestarse. Entonces es cuando colaboras con el momento, en lugar de forzarlo o ir a contracorriente.
Te das cuenta de que no necesitas todo para ser feliz, sino tan sólo de una vida sencilla, humilde, en libertad y en reconciliación con todo lo que hemos sido. A fin de cuentas, gracias a todo lo que ha sido ahora aceptamos lo que es y es esta aceptación, precisamente, la que nos regala el paso a una nueva dimensión de libertad donde es posible mirarlo todo con la mirada de sorpresa, ilusión y agradecimiento de un niño y totalmente libres de prejuicios o condicionantes.
El juicio nubla nuestra visión y nuestra ecuanimidad. Aprender a observar, a ver las cosas desde afuera, tratando de comprenderlas sin emitir opiniones es la antesala a despojarnos de nuestra coraza de dolor, a desaprender y a permitirnos comenzar de nuevo desde la posición que nos permite ser lo que hemos venido a ser y llevar a cabo nuestro propósito de vida. Con una mente clara y escuchando nuestras necesidades, identificaremos nuestras prioridades y sabremos qué pasos tomar. En cuanto hayamos retomado nuestro camino, de forma natural sentiremos la necesidad de ayudar y de contribuir al de los demás.